En Boston temían que la actitud contestataria de Rafael Devers fuera mala influencia para el núcleo joven que es visto como el futuro del plantel y habría sido la razón por la que el equipo decidió traspasarlo a los Gigantes de San Francisco.
De acuerdo a un reporte del medio MassLive.com, cuando el propietario del equipo, John Henry no logró conectar con Devers el pasado nueve de mayo ni que el dominicano reconociera su responsabilidad con sus compañeros de equipo de ayudar en primera base, se marcó el principio del fin de la relación entre la estrella y la única franquicia en la que había jugado.
Esta temporada, más que en ninguna otra en su historia reciente, los Red Sox han sido un equipo en transición. Tras varios años en los que el equipo recurrió a veteranos de corta duración para cubrir las necesidades de su plantilla, los Red Sox de 2025 dependen, más que nunca, de la llegada de varios prospectos de primer nivel.
Las promesas
El jardinero Román Anthony y el infielder Marcelo Mayer, ambos ascendidos el mes pasado, son considerados pilares clave para el futuro de la franquicia. Junto con el infielder Kristian Campbell y el también receptor novato Carlos Narváez, hay noches en las que los Red Sox cuentan con cuatro novatos en su alineación.
Según una fuente del béisbol, fue su presencia —y su importancia— lo que preocupó a la gerencia en el caso de Rafael Devers, a quien el club traspasó a los Gigantes de San Francisco el domingo.
Cuando Devers se resistió a pasar a la posición de bateador designado en los entrenamientos de primavera y luego rechazó las súplicas del equipo de intentar la primera base tras las lesiones de Triston Casas que pusieron fin a la temporada, los Medias Rojas temieron que la intransigencia del All-Star dañara la cultura del equipo.
Si Mayer, Anthony y compañía observaron que Devers se negaba a priorizar al equipo probando una nueva posición debido a una necesidad repentina, ¿qué mensaje enviarían a los jugadores de primer año?
Ahí se decidió todo
En ese sentido, la suerte estaba echada cuando Devers no se conmovió ante una solicitud en persona del dueño del equipo, John Henry. Henry voló a Kansas City, acompañado por el presidente del equipo, Sam Kennedy, y el director de béisbol, Craig Breslow, al día siguiente de que Devers expresara públicamente sus quejas con el club, burlándose en efecto de Breslow por tener el descaro de preguntar sobre la posibilidad de intentar la primera base.
Cuando Henry no logró conectar con Devers ni que reconociera su responsabilidad con sus compañeros de equipo de ayudar en primera base, marcó el principio del fin de la relación entre la estrella y la única franquicia en la que había jugado.
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