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MARTES 23 DICIEMBRE EN MR GRILLED, SANTIAGO

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AHORA MAS GRANDE Y AL MISMO PRECIO DE UNA PEQUEÑA

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miércoles, febrero 19

Dominicanos y boricuas son detenidos de manera indiscriminada en redadas del ICE en Filadelfia

 



Era cerca del mediodía y por los pasillos de un supermercado latino en Filadelfia había unas seis personas. Rafael, gerente del súper, estaba parado frente a la vitrina, con las manos en los bolsillos del jeans, mirando hacia afuera.


Al lado suyo estaba el supervisor, Josué, con los brazos cruzados sobre el pecho, mirando en la misma dirección que Rafael. Josué es puertorriqueño y Rafael dominicano. “Eso está raro”, dijo Rafael. “Horita estaba dando vueltas y ahora se parqueó”, respondió Josué.


En el parking había una SUV negra con los cristales oscuros. Los del ICE, Immigration and Customs Enforcement, frecuentemente andan en carros sin marcas, como agentes encubiertos.


Le pregunté a Josué, mientras seguía mirando por la vitrina, si estaban pendientes a los del ICE. Señalando a Rafael me dijo que hablara con él. “Las ventas han bajado, la gente está escondida”, dijo Rafael.


Sus nombres reales fueron cambiados para proteger sus identidades tras los operativos antiinmigrantes que comenzaron unos días después de que Donald Trump asumiera la presidencia de Estados Unidos. El supermercado quedaba en un parking grande tipo drive-in con varios negocios. Vendían yuca, batata, yautía y se escuchaba reggaetón de fondo.


En el norte de Filadelfia, la comunidad dominicana y la boricua se mezclan como en Santurce, Puerto Rico. En los restaurantes puertorriqueños se escucha bachata y hay muchas empleadas dominicanas.


En los restaurantes dominicanos hay empleadas boricuas y se escucha salsa. Hay más de 22,000 dominicanos que viven en Filadelfia y según el Censo, se concentran en los mismos barrios que la mayoría de los más de 129,000 puertorriqueños: Kensington, Fairhill y Hunting Park, en la zona de North Philly.


En una oficina de trámites gubernamentales para la comunidad dominicana que quedaba cerca había más gente que en el súper. “La gente está viniendo a poner sus papeles al día”, dijo la encargada, sentada en su escritorio, justo al lado de dos empleadas que atendían a la gente a través de un plexiglás.


También me pidió que no la identificara. “La gente está asustada y nerviosa”, mencionó. Cuando le conté que el ICE también había detenido a puertorriqueños, alzó una ceja y dijo, “¿pero cómo es eso?”.


Un hombre salió del pasillo lateral de la oficina, con una escoba para barrer la acera, mientras decía, “ese hombre no tiene sentimientos”, como terminando una conversación que no pude escuchar, pero no era difícil adivinar a quién se refería. El tema más frecuente que se escuchaba ese viernes lluvioso de finales de enero por North Philly era la política de deportación masiva del régimen Trumpista.


“La oleada de actividades del primer día [de la presidencia] fue en sí misma una señal para las comunidades inmigrantes de que están siendo atacadas, pero también es un modelo para acciones futuras.


La mayoría de los cambios de política anunciados en estas órdenes ejecutivas son instrucciones a departamentos o agencias federales. Algunas de ellas se ejecutaron en las primeras 48 horas; otras requerirán guías adicionales y en las próximas semanas y meses serán objeto de escrutinio y demandas judiciales que cuestionarán su implementación”, dice un informe del American Immigrant Council (AIC), publicado en enero.   


         Joel Cintrón Arbasetti