Uno de los casos más comunes que se originan en todos los torneos de cualquier disciplina, es la fragilidad de los dirigentes, ya que por una mala racha, aunque sea momentánea, casi siempre se les culpa, bajo el alegato de que no se pueden botar a todos los jugadores, por lo que quien tiene que asumir la “cuaba o descalabro ” es el técnico.
Ese ha sido históricamente el comportamiento de los propietarios de cualquier empresa, situación que se aplica con mayor rigurosidad en los deportes, dado que se trata de aplacar la incontrolable “ira y enojo” de los fanáticos.
Si bien todo eso es cierto, en algunos casos, esos mismos fanáticos “entienden y soportan”, reveses de sus equipos, reconociendo el esfuerzo que realiza el dirigente, en pro de salir de los desaciertos que se hayan cometido.
Sin embargo, muchos de los dirigentes, en especial los novatos, no asimilan del todo esa situación, lo que provoca un malestar a lo interno, que los conduce a abandonar esas funciones por mutu proprio.
Ese, y estoy especulando, podría ser el caso por el que está pasando Alberto Pujols, dirigente del Escogido, quien después de un comienzo fantástico, ha venido navegando por mares revueltos, perdiendo el dominio del timón y evitar que la embarcación zozobre.
Pujols dice que está preparado mentalmente para aceptar su despido, pero no creo que eso se producirá por el respeto que la tienen los ejecutivos del equipo, y más aún, todos los fanáticos, seguidores o no del Escogido.
Si bien es cierto que en estas ligas de invierno no se “relaja” cuando se producen malas rachas, todavía Albert tiene chance de más, para guiar a los Leones por la ruta que trazó durante el primer mes de la temporada. Aguante ahí, como un hombre de valor que es usted.