Hay un país que no tiene novelas que narren las gestas, las pasiones, las búsquedas, las agonías de un pueblo; en el que la poesía ha hecho un inacabable paréntesis en blanco, porque sus poetas han trocado el oficio de inventar mundos imposibles por la muy respetable profesión de publicistas; donde la escasa ensayística permanece inédita, por lo duro que resulta vender libros de puerta en puerta… Es un país sin su propio canto, sin su verso para la crónica de cada día, porque sencillamente es un país de yuca y plátano con grandes avenidas y una Feria del Libro que cada año se lleva dos o tres rutinarios editoriales y dura unos pocos días.