La muerte de Osvaldo Virgil deja un gran vacío en la sociedad, en especial en la extensa familia del béisbol, dada la extraordinaria incidencia en términos históricos, la de ser el primer dominicano que jugó en las Grandes Ligas.
El Orégano, como le llamaban cariñosamente los aficionados, fue un ciudadano admirado porque siempre puso sus conocimientos a favor de miles de niños y jóvenes.
Aunque la muerte llega en cualquier momento, me impactó sobremanera la noticia, debido a que hacía apenas unos tres días lo observé conversar animadamente con la vicepresidenta Raquel Peña y el ministro de Deportes, Kelvin Cruz, durante una visita que le giraron en su residencia en Montecristi.
De aquí en adelante, lo más justo es propagar su extraordinario legado en la sociedad, en especial a la familia del béisbol.
Una muerte muy dolorosa, pero lamentablemente, es un acontecimiento que tarde o temprano nos “noquea” a todos.
Pero esa es la realidad de la vida, la cual “continúa su agitado curso”, como afirmaba Rodriguito en un popular programa radial que se difundía en décadas pasadas.
Paz eterna a los restos de Osvaldo “El Orégano” Virgil.
RADARES. “No vaya a casa de nadie, que usted no sabe como está nadie”, es un dicho con una sabiduría de primer nivel.
Y digo esto porque ayer el piloto Lewis Hamilton, campeón de Fórmula Uno en seis ocasiones, reveló que sufre graves problemas de salud mental que no ha podido superar con ayuda profesional y que también ha tenido que lidiar con el racismo desde su infancia.
Quien oberva a este magnífico piloto cree que todo lo que gira a su alrededor es felicidad con todos los millones en sus manos, pero la realidad es otra.