La dirigencia deportiva ha mantenido una queja constante por el constante descuido de las autoridades en el mantenimiento y construcción de instalaciones, que se consideran básicas para el desarrollo del deporte nacional.
Las quejas en tal sentido, la mayoría con justa razón, se multiplican en todo el país, aunque en muchísimos casos, los dirigentes son tan culpables que las propias autoridades encargadas de ese renglón.
De un tiempo a la fecha, la dirigencia deportiva se ha convertido en un ente parasitario e irresponsable sobre asuntos que le incumben de manera directa o indirecta.
Hace unas décadas, quienes ejercían esas funciones, velaban las 24 horas por mantener en buen estado físico las instalaciones bajo su responsabilidad en sus respectivos sectores.
Hoy, ese tipo de dirigentes está en un proceso extinción, lo que conlleva, entre otros aspectos, al deterioro progresivo de las instalaciones.
Es cierto que las autoridades son las máximas responsables de dotar de instalaciones deportivas, pero no es menos cierto, que los dirigentes deben asumir responsabilidades para que se mantengan en buen estado físico.
Si no pueden lograr ese objetivo, lo mejor es que dejen esas funciones a otros que deseen realizar esa labor, y que sean los propios miembros de los clubes los que asuman la responsabilidad de echarlos fuera en forma definitiva.
De no hacer una en el menor tiempo soible, una “revolución” que castigue a esos farsantes, los mismos se mantendrán toda la vida, viviendo muy cómodos de su condición de “dirigentes”
No es por casualidad que muchos, sin ningún mérito, se han mantenido a sangre y fuego al frente de Clubes, Asociaciones y Federaciones.
Hasta que no se produzca una limpieza de esos elementos, será muy difícil echar adelante.