¿Cómo concertar acuerdos perdurables entre ambos Estados, sin importar la materia de que se trate, si los mandatarios de Haití (salvo los tiranos al estilo Duvalier) no duran 10 años en el poder, pues renuncian, los tumban o los matan? ¿Cómo aspirar a una relación permanentemente fructífera en ambos lados de la isla, si allá no hay instituciones duraderas que garanticen nada de nada? ¿Cómo negociar hoy, si no hay con quién entendernos más allá de la diferencia idiomática?… Todo eso sería posible si hacemos lo que nunca hemos intentado: trabajar políticamente con la diáspora haitiana en República Dominicana.